¡Qué felices nos sentimos cuando se acuerdan tanto de
nosotros! Esta semana, el diario La Provincia publica un artículo que recoge
los resultados de un informe de la Audiencia de Cuentas de Canarias en el que
se señala que “La ULPGC carece de un control de los horarios y asistencia de
sus profesores”. Indudablemente, la sagacidad periodística ha sabido elegir el titular
que recoge el elemento fundamental sobre el que ha debido girar el mencionado
informe.
Según el último informe de Unión Europea sobre los problemas
que preocupan a la población, el “control de horarios” de los profesores de la
universidad figura en primer lugar, muy por encima de asuntos triviales como el
paro, la corrupción, la amenaza yihadista o la crisis económica global. Algunas fuentes cifran el coste social de esta falta de control en un 28% del PIB desde el inicio del cuatrimestre. La
última encuesta del CIS (campeador) también muestra que 9 de cada 10 dentistas
creen que los profesores universitarios sonríen demasiado, lo que demostraría
la necesidad de aumentar el control sobre sus actividades.
Inmediatamente, el Think-Tank de El Pinolillonk se puso en
marcha para proponer soluciones a este tremendo problema social. Estas son
algunas de las medidas que podrían adoptarse, en línea con la ya adoptadas por
universidades tan prestigiosas como la de Pionyang:
- Matricular a un periodista en cada asignatura de la universidad. De esta forma, podría informar de primera mano de las tropelías de los profesores, incluyendo conexiones en directo desde las aulas para denunciar sobre el terreno cualquier retraso.
- Dotar a cada profesor de instrumentos de medición del tiempo precisos. Ya puestos, (en línea con las retribuciones de los profesores) proponemos un Rólex de oro o un Breitling (o los dos, que para eso tenemos dos muñecas) -sumergibles a 200 metros, para aquellos profesores de ciencias del mar-. Ya no habría justificación para llegar tarde a una clase.
- Instalar sistemas de identificación por voz de los profesores. Proponemos para ello crear una base de datos con las frases más utilizadas por los mismos: “¿alguien ha hecho el ejercicio?”, “¿quiere apagar el móvil?” o “si quiere hablar puede salir de clase”.
- Instalación de sistemas de identificación de los profesores mediante análisis de ADN a la entrada de cada clase. Esto garantizaría que el profesor que entra en el aula es realmente quien dice ser, y no un tipo que se le parezca o un becario explotado. El sistema requeriría la toma de muestras de las zona genital, ya que de todos es sabido que esta parte es la que más se manosean los profesores a tiempo completo.
- Obligar a los profesores a llevar una pulsera con sistema de localización por GPS, similar a la que deben llevar otros delincuentes peligrosos. Esto permitiría conocer en tiempo real si los profesores están en clase o en el fútbol, como se sospecha por parte de los responsables de la Audiencia de cuentas y la parte más sagaz de la prensa escrita.
- Como complemento de lo anterior, podría incluirse en la pulsera localizadora algún elemento disuasorio que provea del adecuado incentivo para el cumplimiento horario. Por ejemplo, alguna descarga eléctrica (proponemos no menos de 5.000 voltios) o una pequeña detonación explosiva en caso de no estar dentro del aula en horas de clase.
- Contratar los servicios del cobrador del frac. Cada profesor dispondría de un tipo alto vestido de negro que le seguiría a todos sitios con autorización gubernativa para hostiarle en caso de sospecha fundada de que no se va a cumplir el horario (basándose en indicios racionales como “sonreir antes de la hora de clase”).
Otras medidas de carácter organizativo podrían
reducir el famoso absentismo profesoril. Entre ellas destacamos:
- No programar clase los miércoles por la tarde ni los días que juegue la selección española de fútbol.
- Instalar pasarelas mecánicas que trasladasen a los profesores desde sus despachos al aula sin que éstos necesiten siquiera levantarse del sillón.
- Permitir que en las pantallas de las aulas se proyecten películas de Chuck Norris, Gran Hermano o Sálvame.
- Permitir a los concesionarios de las cafeterías de la universidad servir café dentro de las aulas.
- Permitir que la Audiencia de Cuentas y cualquier periodista compruebe si es cierta la leyenda urbana de que existen ya unas hojas de firmas con las que se controla el cumplimiento de horarios por los profesores.
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